Mucho
era el tiempo que hacía que no me acercaba a un coso para ver un
festejo de rejones, quizá porque el número del caballito dejó de
interesarme cuando se retiró de los ruedos aquel torero que se
llamaba “Cagancho”. Porque torero era, aunque su percha era de
basto caballo. “Cagancho” podía ser al rejoneo lo que Paula o
Curro al toreo a pie, que parecían no tener facultades ni hechuras
de fineza, pero sí una personalidad arrebatadora, que en el momento
que propinaban un lance con capote o muleta, eran capaces de hacer
estremecer a cualquiera que tuviese sentimientos, y supieran de qué
iba esto del torero.
Pero
he de reconocer que, si ayer volví a ver un festejo de rejones, no
fue por ni por el caballo, ni por los rejoneadores anunciados; lo
hice, porque la corrida era del hierro de “Prieto De la Cal”, y
porque aunque ver el comportamiento del toro
en un festejo de rejones es harto difícil y complicado por el
castigo que generalmente reciben con rejones y farpas, siempre se ven cosas en el toro. Y vaya si las vimos....
Ayer,
la CASTA se impuso a los dos actuantes en festejo: Joao Moura y
Ginés Cartagena, hijos ambos de quienes dejaron en el torero a
caballo momentos de maestría y espectáculo, cada uno con su
criterio, uno de pureza y otro de tremendismo.
Y
cómo sería la novillada, que no me aburrí un solo instante.
Salidas espectaculares de los novillos, que en todo momento exigieron
y pidieron las credenciales de quienes les iban a torear, aunque
fuera a caballo.
El
primero de la tarde fue un animal codicioso, que en todo momento se
creció al castigo que le iba infligiendo Moura. Un novillo que
galopó tras la cabalgadura con verdaderas ganas de alcanzarla,
teniendo que emplearse a fondo en el galope. Que se arrancaba con todo
por delante cuando se le citaba de frente, y que en ningún momento
de la lidia abrió la boca, para ir a morir al centro del ruedo, como
sus tres hermanos restantes, con los dos lomos regados de sangre
hasta las pezuñas….
El
segundo del lote de Moura, fue un negro veragüeño, que tuvo codicia
de salida, y que persiguió con celo tras clavarle los rejones de
castigo.
El primero del lote de Ginés Cartagena, segundo de la tarde, tuvo el
defecto de dolerse cuando le clavaban los rejones. Claro, que donde
se los iba dejando el jinete, no era difícil que no le dolieran. El
novillo derrochó casta a raudales; tanto es así, que en una de las
ocasiones que Cartagena fue al patio de caballos a cambiar de
cabalgadura, el novillo, cerradas las puertas y cuando menos lo
esperaba nadie, salió de frente y saltó buscándo a quien lo estaba
castigando….. Un hecho, que muchos tildaron de mansedumbre más
absoluta, sin tener en cuenta, que los toros también saltan de
bravos y encastados persiguiendo a sus adversarios.
Al
cuarto, un novillo exigente y codicioso, que tuvo embestidas de toro
importante, y que el público entendió perfectamente, despidiéndolo
con una sonora ovación, Cartagena le arrancó una oreja, pese a la
infame estocada que propinó, atravesando al animal, antes de dejar
un rejón fulminante.
En
conjunto, novillada muy encastada de PRIETO DE LA CAL, que además
tomó los capotes con codicia y largura en todos los momentos que los
subalternos se los pusieron delante. Que tuvieron muchas más
virtudes que defectos, de lo que tiene que ser y buscarse en un toro
bravo. Novillada, que en ningún momento buscó el cobijo de las
tablas (síntoma de mansedumbre), y que murió buscando siempre los
medios y sin abrir la boca…. Una novillada, que me hubiera gustado
ver lidiar a pie, porque seguro que nos hubiéramos divertido, y que
espero, el año que viene pueda volver con una novillada picada,
porque Peralta se lo debe ya a esta familia ganadera…
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